Nancy Zamora
“La mejor guitarra es como la mujer, puede ser bonita, fea, joven o vieja, pero hasta que la enchufas, sabes si es la que te va a hacer feliz”, es la frase con la que sus amigos y clientes, conocen a Mario Nava.
“Artesano de guitarras” como se define él mismo, Mario es licenciado en Administración de Empresas, egresado de la UNAM. Trabajó muchos años en corporativos como Cervecería Cuauhtémoc y refrescos Pascual.
Fue después de la crisis económica de finales de los ochenta, “una época muy difícil”, asegura, cuando decidió renunciar a su cargo como gerente para independizarse y poner su propio negocio.
GUITAR HOSPITAL / "HOSPITAL DE LA GUITARRA"
En 1989 abrió Guitar Hospital (Hospital de la Guitarra), ubicado en la calle de Mesones y Bolívar en el Centro Histórico -las calles por antonomasia donde se consiguen instrumentos musicales-. En este hospital no hay enfermos terminales, sino guitarras eléctricas y acústicas, y bajos de distintos colores, marcas y diseños, que no requieren de anestesia, pero sí de un buen cirujano.
Aquí no es raro ver una guitarra sin cuerdas o un bajo eléctrico sin pintar. De hecho, lo más común en esta “sala de urgencias”, es ver instrumentos desarmados y convalecientes, como brazos de guitarras sin cuerdas y separados de sus cuerpos, que esperan su turno, para que Mario los tome y les de vida con sus manos.
Estantes con herramientas, materiales de refacción, tornillos, maderas, una que otra guitarra autografiada, pósters y fotos de artistas como Elvis Presley, Chuck Berry, Joe Satriani o Steve Vai, decoran las paredes. En una de ellas, cuelga el título profesional de Mario.
“Tuve la suerte de estudiar una carrera universitaria, ejercí y me fue muy bien, pero cuando empezó duro el desempleo, decidí cambiar de cachucha”, confiesa.
“Pero ¿qué se hacer?”, se preguntó y de inmediato se dijo a sí mismo: “creo que soy un buen artesano”.
Mario, nacido en Coatepec Harinas, Estado de México, recuerda que cuando era adolescente le gustaba “meterle mano a los instrumentos”. Esta inquietud y la falta de dinero, lo motivaron a fabricar una guitarra con sus propias manos, misma con la que “tocaba en un grupo de rock en la prepa”.
Su gusto por la música siempre fue un hobbie. “Cuando me titulé, en 1973, era mal visto que un licenciado tocara la guitarra”. Pero esto no fue un obstáculo para que Mario siguiera su pasión.
Con sus quincenas tuvo la oportunidad de viajar a Estados Unidos, donde compraba instrumentos y accesorios que difícilmente se conseguían en México. “Me traía refacciones, pastillas y botones para arreglar guitarras”. Fue así, que poco a poco se fue dando a conocer.
“Hoy hay muchos que reparan guitarras, pero cuando llegué al Centro, hace 21 años, era el único”.
Mario asegura que sus clientes le tienen confianza. “Saben que lo que yo les ofrezco es mi experiencia y haber reparado muchas guitarras antes”.
A su local van músicos, doctores, abogados, ingenieros, pilotos y amigos “muchos de ellos tocaron la guitarra hace años y quieren volver a hacerlo o que sus hijos empiecen”.
Don Mario, de 63 años, platica que tiene clientes que vienen de provincia, principalmente de Querétaro, Veracruz, Tlaxcala, Pachuca, Morelos y Guerrero.
“CUESTIÓN DE QUE LE ECHES UN OJO”
Cuando un cliente entra por primera vez a Guitar Hospital, Mario Nava no duda en decirle “sólo es cuestión de que le eches un ojo a mi trabajo”.
Se refiere a que el servicio que él ofrece no sólo consiste en la reparación, la restauración y el mantenimiento del instrumento, sino en darle una virtud adicional al aspecto sonoro.
“Hacemos que la guitarra pase de ser un palo bonito que suena, a ser un instrumento musical”.
Lo que más le llegan son guitarras y bajos eléctricos. Por octavarlos y afinarlos cobra 200 pesos, por cambio de pastillas sólo cobra el material, y por cambiar las cuerdas, prefiere orientar al cliente para que lo haga él mismo.
“Cuando fabrico una guitarra completa, el precio varía entre 15 y 20 mil pesos, dependiendo del tipo de madera, pastillas y herrajes”.
Mario arregla entre cinco y veinte guitarras al día y generalmente las entrega horas después de su reparación.
“En lo primero que me fijo es que la guitarra esté ajustada y octavada, que coincida la distancia entre la pastilla, el brazo y la cabeza”. Pero asegura, “que a veces las guitarras mienten”.
Con un tema de jazz que suena de fondo, Mario confiesa que no tiene una técnica de trabajo, sin embargo, sus pequeñas manos le ayudan para “dejarle cómodas las guitarras a los clientes”.
Las herramientas que utiliza son: un afinador, un cautín, tornillos y unas llaves Allen --pinzas para ajustar la tensión del diapasón—.
Con la guitarra sobre las piernas –como prefiere trabajar porque en la mesa no se acomoda—, explica que los tipos de madera que utiliza para hacer una guitarra son: fresno y caoba para el cuerpo, y maple, para el brazo. Estas generalmente las importa de Estados Unidos.
“Una buena madera da saborcito al sonido, pero si la guitarra no está bien ajustada, no sirve de nada, más que para colgarla”.
Don Mario hace de todo menos pintar los instrumentos. “Los mando a un taller en Tlalnepantla porque en el Centro está prohibido pintar con poliuretano, ya que se contamina el medio ambiente”.
DE POQUITO A POQUITO
Cuando inició el negocio, Mario se tomaba fotos con músicos famosos que frecuentaban su local y las colgaba en la pared. Eso le sirvió de promoción y para ganarse la confianza de sus clientes.
La gente pensaba que si le arreglaba la guitarra a Alex Lora, “entonces no era tan tarugo”. Porque eso sí “el músico es muy desconfiado, te puede prestar a su novia, pero no a su guitarra” asegura.
“Los primeros años fueron muy difíciles, no alcanzaba ni para la comida”. Ahora el negocio, donde a veces le ayudan sus hermanos y sus hijos “ha ido creciendo de poquito a poquito, y gracias a Dios, hoy no nos falta nada”.
Mario continua coleccionando las fotos que se toma con sus clientes y prácticamente no hay lugar en la pared que quede vacío.
Artistas como Natalia Lafourcade, Alex Lora, Molotov, Fobia, Moderato, El Haragán, La Gusana Ciega o Los Amantes de Lola, decoran el espacio y representan el trabajo, la confianza y “la amistad que he ganado con la gente”.
“El nombre de Guitar Hospital lo puse de cotorreo” confiesa. Pero “por si acaso”, a sus clientes les regala un paquetito de condones con una etiqueta que dice: “para el cuidado de tu equipo” y al reverso, los teléfonos de esta pionera sala de emergencias.
GUITAR HOSPITAL
Mesones 20, casi esquina con Bolívar.
5709-4691 / 5709-6557
M. Isabel La Católica