Por César Martínez
En México aun hay voces que ven en el uso de las armas la única vía para pacificar al país. Y es más, nos dicen que devolverle la tranquilidad a los ciudadanos “no puede hacerse sin sufrir muertos”, que la violencia en la que vivimos es “totalmente lógica e inevitable”.
Claro, esa es la visión de Joaquín Villalobos, ex guerrillero de El Salvador, quien en los gobiernos panistas ha sido asesor de la Secretaría de Seguridad Pública y la PGR. Pero si escucháramos a un sociólogo, como Luis Astorga, investigador de la UNAM, nos diría que la “razón de Estado” para emprender la lucha contra las drogas es una abstracción que nace de una declaración pública, y que “hay gobiernos que estarían tentados a invocar la ‘razón de Estado’ para asignarle un contenido opuesto al del combate al tráfico de fármacos prohibidos”.
El texto más reciente de Villalobos, publicado este mes, es un ensayo que pretende que el lector, primero, se meta bien en su cabeza que México está en guerra, segundo, que era necesaria y la violencia inevitable, tercero, que la actual situación no fue desatada por la acción de este gobierno sino por la inacción de los anteriores, y finalmente que esta guerra no se está perdiendo, aunque tampoco dice que se esté ganando.
Van más de 25 mil mexicanos muertos, pero de los cuales “aproximadamente el 90% corresponde a los cárteles”, vaya consuelo nos ofrece el ex miembro del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, de El Salvador. Qué importa que entre las vidas perdidas estén las de personas cada vez más jóvenes, al fin son narcos ¿no? Y al respecto, yo me pregunto cómo habrán contabilizado las autoridades a los jóvenes acribillados en Villas de Salvarcar, como civiles o narcotraficantes, porque con los estudiantes del Tec de Monterrey tuvo que salir la Comisión Nacional de Derechos Humanos para decir que los militares les sembraron sendos fusiles para hacerlos pasar como sicarios.
Lo preocupante del artículo es que “guerra” deja muy poco espacio para programas sociales. La guerra, desde la visión de Villalobos sólo se gana disparando más balas que el enemigo. Y no estoy en contra de que se combata a las bandas del crimen organizado, pero debe hacerse con un abanico extenso de medidas paralelas al enfrentamiento frontal: programas preventivos de salud pública, mejoramiento de la seguridad social, marcos legales que combatan el lavado de dinero, que definan bien el actuar de las fuerzas armadas en un marco de respeto a los derechos humanos y que mejoren los controles de confianza de los elementos de seguridad, transitar del combate masivo que deja eso que eufemísticamente llaman “daños colaterales” –y que no es sino la muerte de inocentes- hacia golpes quirúrgicos propinados por datos de inteligencia, hay que ampliar el debate sobre la legalización de las drogas; son algunas medidas que ya se han pedido.
Escribe Villalobos que “las victorias por ahora no pueden medirse por el fin o la disminución de la violencia, sino […] por las armas, el dinero y la droga decomisada; por las capturas de delincuentes; por la reducción de la infiltración en las policías; por los territorios que se van recuperando…”. Pues bien, ahí van unos datos:
· El propio Joaquín Villalobos da la primera cifra, dice que se han decomisado más de 400 millones de dólares a los cárteles de la droga en tres años. El Departamento de Estado, de Estados Unidos -según dijo Luis Astorga en el foro “Razones para debatir: drogas, cultura y sociedad” que organizó el Museo Tamayo el sábado 7 de agosto- estimó en mayo de 2010 que los cárteles mexicanos repatrían entre 8 y 25 mil millones de dólares al sistema financiero mexicano cada año. Es decir que tomando la cantidad más baja del estimado estadounidense, en tres años sólo se decomisó el 1.6% del dinero que lava el narco.
· Sobre el tráfico de armas Villalobos destaca 75 mil decomisos. El dato es significativamente mayor a las cantidades que históricamente ha logrado el gobierno mexicano, y sin embargo no sabemos qué porcentaje representa respecto a las armas ingresadas al país. Según el informe de política del International Drug Policy Consortium, El tráfico de armas de Estados Unidos hacia México (marzo 2010), “las autoridades mexicanas no han proporcionando una estimación de el número de armas ilegales en el país. Los datos se refieren a las armas incautadas en cateos, hallazgos, o enfrentamientos entre o contra delincuentes”. Y del otro lado de la frontera “el gobierno de Estados Unidos ha reconocido la imposibilidad de saber con certeza cuántas armas se introducen a México de manera ilegal en un año determinado”.
· Una investigación de Eduardo Guerrero Gutiérrez, quien ha sido asesor de la Oficina de la Presidencia de la República, el Centro de Investigación y Seguridad Nacional y la Cámara de Diputados, muestra que el decomiso de drogas –marihuana, cocaína y heroína- se ha mantenido en los niveles promedio de los últimos 10 años, es decir que con esta guerra contra el narcotráfico no se han logrado más decomisos que antes.
· La misma investigación, publicada en Nexos de este mes, señala que “actualmente, todos los estado del país (salvo Tlaxcala) registran la presencia establecida de al menos un cártel en al menos uno de sus municipios. Entonces, ¿cuáles territorios recuperados?
Joaquín Villalobos regresó, después de su texto Doce mitos de la guerra contra el narco, con otro escrito que pretende justificar el desafío lanzado por Calderón cual moneda al aire. Habrá que preguntarnos ¿a quién le conviene más que siga la idea de una “guerra”? y ¿quién pierde si se establece –en lugar de la guerra- una política de Estado, como lo han pedio diversas organizaciones sociales?