noviembre 21, 2009

Revolución

El cambio debe ser pacífico, pero con la fuerza de una Revolución. Esta idea podría ser el estandarte de cualquier líder de la oposición; la espina dorsal del manifiesto de un movimiento artístico-cultural comprometido con mejorar las cosas en México; la promesa de campaña de un emergente Partido Ciudadano, destinado a terminar con la partidocracia, a sacar del Poder Legislativo a toda esa escoria política tan malquerida, “curuleros”. Pero no es así.



La idea no es mala. Carajo, llevamos 200 años como nación independiente y aun seguimos pensando en un movimiento armado. En el Siglo XXI los países desarrollados son los que generan conocimiento, pongamos a trabajar a nuestro cerebro.



La idea no es mala pero las palabras textuales fueron: “Se requieren cambios, cambios pacíficos, sí, pero cambios tan profundos, que tengan la intensidad misma de una Revolución”. ¿A qué suena? Sí, a discurso político. Es decir, a palabra hueca. Están tan alejados de nosotros que no saben cómo transmitirnos un mensaje. Dan hueva.



La idea no es mala, pero en boca de los políticos las ideas se pudren. Y más si, como en este caso, lo dice el presidente Calderón. Está admitiendo que a tres años de su gobierno no se han realizado los cambios que requiere el país. ¿Y acaso le da miedo una insurrección violenta y por eso pide que un movimiento pacífico? ¿Y qué, él encabezará ese cambio? ¿Es es una revolución?



Carajo, dónde terminaremos si seguimos permitiendo que los mismo de siempre nos continúen vendiendo espejismos. Sólo porque en su discurso gritó y habló airadamente, eso no significa nada. Querémos acciones, resultados, valor. Si vemos que el cambio que promete es real, seguro lo apoyaremos, pero Calderón, Obrdor, Martín Esparza, Noroña, Elba Ester y los que quieras, son la misma escoria que en 200 años no nos han dado resultado.

Es necesario un cambio, pacífico, pero con la fuerza de una Revolución.