Por Alejandro Espinosa
I.
¿Qué necesita?, ¿qué le hace falta?, Tenemos Windows, mac, antivirus, traductores… Pregunta, mira, nosotros tenemos lo que necesitas, lo que te hace falta…
La misma letanía, reproducida una y otra vez a lo largo del eje central Lázaro Cárdenas, casi desde la Torre Latino hasta el metro Salto del Agua.
Hombres y mujeres en pasarela ofreciendo la más cara tecnología al precio más accesible para todos los bolsillos. De lejos, una línea difusa de mercaderes informáticos. De cerca, hombres y mujeres que se la juegan de 9 a 6, de lunes a viernes.
Especialistas en “torear a la chota”, artífices del ingenio, magos del escapismo. Con creatividad exhiben su mercancía en tablas portables que desaparecen en unos segundos. La policía sabe de ellos, conoce sus actividades y hasta les da el pitazo en caso de algún operativo inesperado.
Algunos vienen de lejos: Iztapalapa o Ciudad Neza; algunos más llegan de la Guerrero o de Tepito. Algunos sólo muestran la mercancía, otros también la manufacturan. El proceso para “romper” los candados de seguridad y crear copias fieles del original es, en palabras de Armando, “lo más papita que hay”.
Armando es uno de los tantos que se hacen de programas originales por sí mismo, evita adquirir mercancía de los proveedores oficiales e incluso ha diseñado la imagen institucional de su microempresa. Sus tarjetas son sencillas pero efectivas: “Armando: venta de todo tipo de programas al mejor precio”.
II
A primera vista, una batalla feroz se libra todos los días. Los posibles clientes son arrebatados frenéticamente por hombres que ofrecen exactamente lo mismo que el de al lado.
El secreto para vender más que los demás estriba en la apariencia personal. Tal vez por eso, quienes van en busca de tal o cual programa evitan los rostros sombríos y las miradas altivas, retadoras y amenazantes de algunos piratas del Eje Central.
Tal vez por eso Armando me pide que voltee disimuladamente a la derecha y señala a “otro más”.
-¿Cómo le van a comprar a ese cabrón si hasta parece que acaba de salir del reclu? - Dice Armando entre risas y señalando a “El Gokú”, sujeto de no más de 20 años, casi a rape, con un tatuaje de la santa muerte en el brazo izquierdo, ojos rojizos y cigarro en mano.
-¡Chinga tu madre, pinche Armand! - Grita “El Gokú”, también sonriendo.
“Armand” cambia sorpresivamente su semblante y me suelta un “¿tons que mi buen, te vas a animar a comprarme algo o te vas a abir?”
Me quedé en silencio unos minutos, ojeando la carpeta con los programas a la venta y señalé uno al azar. “De los mejores antivirus que hay en el mercado, carnalito, y ya viene con el queigen (sic) para que te de la clave de activación”.
III
Los riesgos para el comprador también están presentes en el Eje, y Gustavo lo sabe.
El se dedica, entre otras muchas cosas, a la venta de autopartes. Lleva más de 5 años en el negocio de la informática callejera y ya casi le alcanza para un local en la Plaza de la Computación.
El conoce muy bien el teje y maneje del negocio, sin embargo, su técnica de ventas es ligeramente distinta a la de Armando.
Su ojo clínico, su facilidad de palabra y su apariencia pandilleril son sus herramientas principales… la intimidación es su carta bajo la manga.
Aquel comprador incauto que cae en sus redes sale del Eje Central con una sonrisa en la cara, con el mejor programa y al mejor precio.
Demasiado tarde se dan cuenta los inocentes compradores de que el o los discos pirata no contienen absolutamente nada.
El cliente mordió el anzuelo: Gustavo cortésmente anota su celular en el sobre del disco y su horario de trabajo.
Los pocos que se aventuran a regresar y pedir una devolución tienen 3 opciones: Salen como llegaron, salen con un nuevo disco y sin 50 o 100 pesos en el bolsillo o salen pálidos después de que Gustavo y sus amigos los convencen sutilmente (con un desarmador y algunas amenazas de por medio) de que la devolución del dinero es imposible.
IV
Es amigo de “El Tiger”, pero a diferencia de él, Fernando se mueve a lo largo del Eje Central y no tiene un lugar fijo. Tampoco tiene tarjetas de presentación.
- Busco un antivirus, el Norton que acaba de salir, ¿lo tienes?
- Claro que si, tenemos la versión 2008.
- ¿Cuánto vale?
- Cien pesos
- Me lo llevo.
- Cámara, aguántame aquí, ahorita te lo traigo.
Diez minutos después llegó Fernando con un sobre azul. En una cara se leía el nombre del programa.
- Déjame revisarlo… oye, ¿no estará vacío el disco?
- No carnalito, lo que pasa es que el programa pesa mucho y está en todo el disco, por eso se ve así.
- Oye, y si sale mal o algo, ¿te lo puedo traer y me lo cambias?
- Si, te apunto mi número.
Al día siguiente…
- Oye, tu disco si estaba vacío.
- ¿En serio? Lo que pasa es que son dos, porque el programa pesa mucho. El otro disco te sale en 50 pesos.
V
Me aventuré a explicarle detalles técnicos sobre el programa en cuestión y a decirle que lo que estaba haciendo era un robo descarado. Nos armamos de palabras.
Sus amigos se acercaron, intentaron taparme el paso y desviar mi rumbo hacia la entrada de un edificio en donde se encontraban algunos otros piratas. Logré safarme y caminé rumbo a una parada de camiones, junto a un policía. Fernando y los otros sujetos dudaron un poco y comenzaron su letanía diaria.
Saqué el disco inservible de mi morral, esperé a que un grupo de gente pasara cerca, le aventé el disco a Fernando e indignado grite: “Toma tu disco vacío, pinche raterillo”.
Curiosamente el celular de Fernando y el de Gustavo son el mismo. Curiosamente el policía que observó la escena no hizo nada… y curiosamente, al pasar por el puesto de Armand, me recomendó no aparecerme por allí en un buen rato.
Al alejarme de aquel lugar, y con resultados periodísticos positivos, un murmullo rítmico de voces, sirenas de ambulancias, patrullas y autos se disolvía poco a poco…
¿Qué necesita?, ¿qué le hace falta?, Tenemos Windows, mac, antivirus, traductores… Pregunta, mira, nosotros tenemos lo que necesitas, lo que te hace falta…
I.
¿Qué necesita?, ¿qué le hace falta?, Tenemos Windows, mac, antivirus, traductores… Pregunta, mira, nosotros tenemos lo que necesitas, lo que te hace falta…
La misma letanía, reproducida una y otra vez a lo largo del eje central Lázaro Cárdenas, casi desde la Torre Latino hasta el metro Salto del Agua.
Hombres y mujeres en pasarela ofreciendo la más cara tecnología al precio más accesible para todos los bolsillos. De lejos, una línea difusa de mercaderes informáticos. De cerca, hombres y mujeres que se la juegan de 9 a 6, de lunes a viernes.
Especialistas en “torear a la chota”, artífices del ingenio, magos del escapismo. Con creatividad exhiben su mercancía en tablas portables que desaparecen en unos segundos. La policía sabe de ellos, conoce sus actividades y hasta les da el pitazo en caso de algún operativo inesperado.
Algunos vienen de lejos: Iztapalapa o Ciudad Neza; algunos más llegan de la Guerrero o de Tepito. Algunos sólo muestran la mercancía, otros también la manufacturan. El proceso para “romper” los candados de seguridad y crear copias fieles del original es, en palabras de Armando, “lo más papita que hay”.
Armando es uno de los tantos que se hacen de programas originales por sí mismo, evita adquirir mercancía de los proveedores oficiales e incluso ha diseñado la imagen institucional de su microempresa. Sus tarjetas son sencillas pero efectivas: “Armando: venta de todo tipo de programas al mejor precio”.
II
A primera vista, una batalla feroz se libra todos los días. Los posibles clientes son arrebatados frenéticamente por hombres que ofrecen exactamente lo mismo que el de al lado.
El secreto para vender más que los demás estriba en la apariencia personal. Tal vez por eso, quienes van en busca de tal o cual programa evitan los rostros sombríos y las miradas altivas, retadoras y amenazantes de algunos piratas del Eje Central.
Tal vez por eso Armando me pide que voltee disimuladamente a la derecha y señala a “otro más”.
-¿Cómo le van a comprar a ese cabrón si hasta parece que acaba de salir del reclu? - Dice Armando entre risas y señalando a “El Gokú”, sujeto de no más de 20 años, casi a rape, con un tatuaje de la santa muerte en el brazo izquierdo, ojos rojizos y cigarro en mano.
-¡Chinga tu madre, pinche Armand! - Grita “El Gokú”, también sonriendo.
“Armand” cambia sorpresivamente su semblante y me suelta un “¿tons que mi buen, te vas a animar a comprarme algo o te vas a abir?”
Me quedé en silencio unos minutos, ojeando la carpeta con los programas a la venta y señalé uno al azar. “De los mejores antivirus que hay en el mercado, carnalito, y ya viene con el queigen (sic) para que te de la clave de activación”.
III
Los riesgos para el comprador también están presentes en el Eje, y Gustavo lo sabe.
El se dedica, entre otras muchas cosas, a la venta de autopartes. Lleva más de 5 años en el negocio de la informática callejera y ya casi le alcanza para un local en la Plaza de la Computación.
El conoce muy bien el teje y maneje del negocio, sin embargo, su técnica de ventas es ligeramente distinta a la de Armando.
Su ojo clínico, su facilidad de palabra y su apariencia pandilleril son sus herramientas principales… la intimidación es su carta bajo la manga.
Aquel comprador incauto que cae en sus redes sale del Eje Central con una sonrisa en la cara, con el mejor programa y al mejor precio.
Demasiado tarde se dan cuenta los inocentes compradores de que el o los discos pirata no contienen absolutamente nada.
El cliente mordió el anzuelo: Gustavo cortésmente anota su celular en el sobre del disco y su horario de trabajo.
Los pocos que se aventuran a regresar y pedir una devolución tienen 3 opciones: Salen como llegaron, salen con un nuevo disco y sin 50 o 100 pesos en el bolsillo o salen pálidos después de que Gustavo y sus amigos los convencen sutilmente (con un desarmador y algunas amenazas de por medio) de que la devolución del dinero es imposible.
IV
Es amigo de “El Tiger”, pero a diferencia de él, Fernando se mueve a lo largo del Eje Central y no tiene un lugar fijo. Tampoco tiene tarjetas de presentación.
- Busco un antivirus, el Norton que acaba de salir, ¿lo tienes?
- Claro que si, tenemos la versión 2008.
- ¿Cuánto vale?
- Cien pesos
- Me lo llevo.
- Cámara, aguántame aquí, ahorita te lo traigo.
Diez minutos después llegó Fernando con un sobre azul. En una cara se leía el nombre del programa.
- Déjame revisarlo… oye, ¿no estará vacío el disco?
- No carnalito, lo que pasa es que el programa pesa mucho y está en todo el disco, por eso se ve así.
- Oye, y si sale mal o algo, ¿te lo puedo traer y me lo cambias?
- Si, te apunto mi número.
Al día siguiente…
- Oye, tu disco si estaba vacío.
- ¿En serio? Lo que pasa es que son dos, porque el programa pesa mucho. El otro disco te sale en 50 pesos.
V
Me aventuré a explicarle detalles técnicos sobre el programa en cuestión y a decirle que lo que estaba haciendo era un robo descarado. Nos armamos de palabras.
Sus amigos se acercaron, intentaron taparme el paso y desviar mi rumbo hacia la entrada de un edificio en donde se encontraban algunos otros piratas. Logré safarme y caminé rumbo a una parada de camiones, junto a un policía. Fernando y los otros sujetos dudaron un poco y comenzaron su letanía diaria.
Saqué el disco inservible de mi morral, esperé a que un grupo de gente pasara cerca, le aventé el disco a Fernando e indignado grite: “Toma tu disco vacío, pinche raterillo”.
Curiosamente el celular de Fernando y el de Gustavo son el mismo. Curiosamente el policía que observó la escena no hizo nada… y curiosamente, al pasar por el puesto de Armand, me recomendó no aparecerme por allí en un buen rato.
Al alejarme de aquel lugar, y con resultados periodísticos positivos, un murmullo rítmico de voces, sirenas de ambulancias, patrullas y autos se disolvía poco a poco…
¿Qué necesita?, ¿qué le hace falta?, Tenemos Windows, mac, antivirus, traductores… Pregunta, mira, nosotros tenemos lo que necesitas, lo que te hace falta…