Por Genaro Rodríguez Navarrete
José Manuel Orozco Garibay
Tres ensayos sobre la muerte
Editores de Textos Mexicanos.
México, 2009.
“La muerte nos libra de la vida. Tiene esa virtud. Porque la muerte nos libra realmente de los dolores de la existencia. Hay que verla como un alivio. No como un problema. En términos reales, nadie quiere morirse porque nadie sabe lo que hay del otro lado. Pero, ¿qué hay del otro lado? El lado que cruza la línea que separa la vida de la no vida. Línea de la imaginación. Juego de la fantasía. Pues es un hecho que no conocemos la muerte”, tales son algunas de las perplicaciones que se despliegan en Tres ensayos sobre la muerte de José Manuel Orozco Garibay.
El libro invita a pensar la muerte para comprender la vida, para “vivir mejor la vida”. Cuidar, apreciar y valorar la vida para después, tras el periplo de éxitos y fracasos, enfrentar una “buena muerte”. El axioma podría ser: una buena vida para una buena muerte.
Escritura más allá de la estética y del rigor académico (el texto evidencia su desapego a las normas encorsetadas que se imponen desde los claustros académicos). No es un manual de escatología. Es un texto escrito desde la experiencia de la vida.
La obra se compone -como su título lo anuncia- por tres ensayos: el primero “Bebieron el Cáliz”; el segundo, “La idea de muerte en Schopenhauer” y el tercero “La melancolía y tristeza de Cristo ante la muerte”. Con un magistral prólogo del poeta, traductor y ensayista, Mauricio López Noriega.
Orozco Garibay advierte que su libro se inscribe en “un proceso de duelo. En sí, es el resultado de pérdidas dolorosas, la experiencia de haber transitado por ellas. Llevar la vida a partir de las pérdidas hace que pensemos en todas las posibles pérdidas… Cada quien vive su duelo de manera diferente. No existen recetas, reglas, formas universales, que nos digan como eludir el dolor”. Donde “el dolor es el resultado de un yo que se obstina en continuar viviendo lo que ya no le toca vivir.”
El proceso de duelo es la reacción frente a la pérdida del ser amado. Superar la pérdida requiere de tiempo. Pasa por el examen del hecho doloroso y la aceptación de la pérdida. “¿Cómo aceptar trabajar para monseñor el duelo? ¿Cómo no aceptarlo? Eso mismo, el duelo, la historia de su rechazo, el relato de tu revolución, tu rebelión…”, escribe Derrida en La difunta ceniza.
La obra de Orozco Garibay se puede inscribir en la literatura del duelo como -por citar algunos casos emblemáticos-, La cámara lúcida y el Diario del duelo de Roland Barthes. O los textos del mismo Derrida reunidos en Cada vez única; el fin del mundo, palabras todas de duelo escritas después de la muerte de Foucault, Althusser, Lévinas, Deleuze, Jean François Lyotard, Paul de Man, Blanchot, entre otros.
“Vivir lo que falta es aprender que no se puede tener todo -escribe Orozco Garibay-. Que lo que se ha ido es irrecuperable. Que la muerte es necesaria como parte del proceso de la Vida, que renueva sus formas y contenidos indefinidamente. La aceptación de la falta es comprender que el dolor es constante, y los momentos de felicidad son episodios de la vida. La memoria de esos episodios marca la gana de vivir. Hay que preservar la gana de vivir sabiendo que es preciso dejar ir al otro, como dejarse ir uno mismo.”
Orozco Garibay es filósofo, psicoanalista, tanatólogo y periodista. También es autor de Persona y comunidad y Entorno a Hegel. En éste último deconstruye de manera muy pedagógica el complejo sistema de pensamiento hegeliano.
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