por César Martínez
México está partido en tres: por la crisis financiera, por la crisis en materia de seguridad pública y, quizá la madre de estos problemas, por la crisis política.
Y es que esta división incrementa la incapacidad de reacción. Nos convertimos en una especie de iceberg que, fragmentado, se aleja más de sí mismo, se disgrega a la deriva.
Si al inicio del sexenio se pensaba en, por lo menos, controlar el problema del narcotráfico, enfrentándolo de frente con una declaración de guerra desde Los Pinos, ahora vemos con desesperanza, y lo peor, sin el asombro merecido, que 53 reos salen del Cereso de Zacatecas como chicos rebeldes que dejan la casa de mamá.
Los videos de la liberación de estos criminales, difundidos por el sitio web del periódico Reforma, no son una revelación como tal, más bien parece un paso hacía la corroboración de lo que ya se imaginaba: la participación de autoridades federales en la liberación de los Zetas.
Los vehículos en los que llega el comando liberador son la mejor copia de los oficiales que he visto, en caso de que lo sean. Y el mismo comando, uniformado con trajes de la AFI. Los reos esperando, ya con las rejas abiertas. La sobre actuación de los custodios, o pero aun, la falta de los mismos. Con todo, casi no hay lugar a la duda. Además, estos 6 vehículos llegaron por una carretera federal que va directo al Cereso, tan sólo a unos kilómetros del la Procuraduría del estado.
Y no es un tema menor. Ya la Interpol emitió una alerta por 11 de estos prófugos, la mayoría Zetas, grupo formado principalmente por militares desertores.
Pero esta guerra contra el narco apenas reaparece en la opinión pública, luego de la contingencia sanitaria, que a su vez vino a acallar el tema de la crisis financiera global que estalló a finales de 2008 y que tanto está afectando a nuestro país.
Pero esta crisis pudo librarse de mejor manera si los excedentes petroleros que tuvo el gobierno foxista se hubieran empleado de mejor manera. O si la actual gestión, a través de Agustín Carstens, hubiera visto a tiempo que no se trata tan sólo de un charquito, o una gripita.
Ahora se habla de una caída anualizada del PIB de 5.5%, según la cifra oficial de Hacienda. Pero carece ya de credibilidad la Secretaría, tanto que todos los pronósticos económicos son más bajos. La mayoría de los analistas financieros hablan de un decrecimiento de 6%.
Encima, con la contingencia sanitaria no sólo se perdieron miles de empleos y millones de pesos, sino que el país se endeudó más con préstamos del extranjero. Y las reservas internacionales del Banco de México disminuyendo con cada subasta de dólares que realiza día tras día, para controlar el valor de nuestro peso.
El panorama no es halagüeño. Ni para qué ahondar en los grilletes que arrastramos desde décadas atrás: educación por los suelos, agricultura abandonada, turismo en decadencia. Problemas a los que, lamentablemente, ya nos habíamos acostumbrado, ya los sobrellevábamos. No estos nuevos: la violencia en las calles y la crisis económica.
Pero lo más triste, y claro, preocupante, es que nuestros políticos se quieran colgar de estos temas para acarrear votos a su causa, sin darse cuenta de que no se pueden colgar porque les caen a plomo en sus hombros.
Se vislumbran unas elecciones que marcarán la decadencia, la parte más ínfima de nuestra clase política. Serán elegidos unos funcionarios públicos que no representarán a nadie, acaso al 35% de los mexicanos.
Resultan incapaces para promover soluciones. Para idear proyectos transexenales. Quizá porque a unos les conviene el actual punto de colapso, ya para regresar, ya con la ilusión de llegar al poder. O quizá porque en realidad se están beneficiando por debajo del agua, como un submarino lleno de marihuana, o en su defecto por las nubes.
La realidad es que México es golpeado por tres flancos que no puede controlar. México está quebrado en tres y parece no tener la fuerza para volver a unirse. Economía, seguridad y política, hoy parecen realidades tan distintas. #
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